<div dir="ltr">Hola gente soy un nuevo colaborador de esto tan apasionante como son los metadatos de imagen y la cartografia, soy de la ciudad de Maldonado, Uruguay y bueno a las ordenes yespero encontrarsu ayudapara mejorar este sistema libre de cartografia.<div>
<br></div><div>Saludos, y estamos en contacto.</div><div><br></div><div>Sebastian Corbo<br clear="all"><div><br></div>-- <br>"<br><div><strong><font size="4">La pobreza como delito</font></strong> -</div>
<div> </div>
<div><em><u></u></em></div>"Mucho antes de que los niños
ricos dejen de ser niños y descubran las drogas caras que aturden la
soledad y enmascaran el miedo, ya los niños pobres están aspirando
pegamento. Mientras los niños ricos juegan a la guerra con balas de
rayos láser, ya las balas de plomo acribillan a los niños de la calle.
Algunos expertos llaman "niños de escasos recursos" a los que disputan
la basura con los buitres en los suburbios de las ciudades. Según las
estadísticas, hay setenta millones de niños en estado de pobreza
absoluta, y cada vez hay más, en esta América Latina que fabrica pobres y
prohíbe la pobreza. Entre todos los rehenes del sistema, ellos son los
que peor la pasan. La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a
veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende. Nacen con
las raíces al aire. Muchos de ellos son hijos de familias campesinas,
que han sido brutalmente arrancadas de la tierra y se han desintegrado
en la ciudad. Entre la cuna y la sepultura, el hambre o las balas
abrevian el viaje. De cada dos niños pobres, uno trabaja, deslomándose a
cambio de la comida o poco más: vende chucherías en las calles, es la
mano de obra gratuita de los talleres y las cantinas familiares, es la
mano de obra más barata de las industrias de exportación, que fabrican
zapatillas o camisas para las grandes tiendas del mundo. ¿Y el otro? De
cada dos niños pobres, uno sobra. El mercado no lo necesita. No es
rentable, ni lo será jamás. Y quien no es rentable, ya se sabe, no tiene
derecho a la existencia. El mismo sistema productivo que desprecia a
los viejos, expulsa a los niños. Los expulsa, y les teme. Desde el punto
de vista del sistema, la vejez es un fracaso, pero la infancia es un
peligro. En muchos países latinoamericanos, la hegemonía del mercado
está rompiendo los lazos de solidaridad y está haciendo trizas el tejido
social comunitario. ¿Qué destino tienen los dueños de nada en países
donde el derecho de propiedad se está convirtiendo en el único derecho
sagrado? Los niños pobres son los que más ferozmente sufren la
contradicción entre una cultura que manda consumir y una realidad que lo
prohíbe. El hambre los obliga a robar o a prostituirse; pero también
los obliga la sociedad de consumo, que los insulta ofreciendo lo que
niega. Y ellos se vengan lanzándose al asalto. En las calles de las
grandes ciudades, se forman bandas de desesperados unidos por la muerte
que acecha. Según la organización Human Rights Watch, los grupos
parapoliciales matan seis niños por día en Colombia y cuatro por día en
Brasil. ¿Y ellas? Hay medio millón de niñas brasileñas que venden el
cuerpo, casi tantas como en la India, y en la República Dominicana la
próspera industria del turismo ofrece subastas de niñas vírgenes. "Si
le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si
pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que
soy un comunista".<br clear="all"><br>Eduardo Galeano<br><div></div><br><div></div>
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